No quiero hacer la tarea.
Lo siento, no se me antoja.
No estoy dispuesto, señores.
Prefiero arrancar la hoja.
No voy a comer sentado
porque no me viene en gana.
No entiendo la sobremesa.
Yo me llevo esta banana…
No quiero bañarme nunca.
¡Dios… qué pérdida de tiempo…!
Estoy en algo importante
y todavía no apesto.
Los piojos no me molestan.
Se quedan, ya hablé con ellos.
Revoleá ese peine fino,
hoy hay fiesta en mi cabello.
No quiero ordenar mi cuarto,
a ver si les queda claro...
Y tampoco necesito
que nadie venga a ordenarlo.
No quiero comer verdura
lo siento por los nutrientes.
Que vayan a ser los héroes
en la panza de otra gente.
La polera me está ahorcando.
¿Qué hacemos? ¿La denunciamos?
La lana pica y no entiende
como mis piojos hermanos.
Sin ánimo de ofender...
yo elijo mi abrigo solo.
No, gracias, no uso campera.
¡¡No vivimos en el polo!!
No me gusta darle beso
a gente que no conozco.
Yo los saludo de lejos,
porque al principio soy hosco.
No quiero prestar mis cosas
me parece un desatino.
Papá, prestale tu laptop
al hijito del vecino…
Y de paso comentales
que yo toco el piano a diario
y que si quieren silencio
se muden del vecindario.
Prefiero esta ropa sucia,
no me importa incomodar.
Me gustan mis zapatillas
aunque estén para tirar.
¿¿Qué pasó?? ¿Cuándo inventaron
este reglamento loco
de molestar a los chicos
todos los días un poco?
Por favor... no me perturben,
porque estoy enfurecido
planeando revoluciones
de pantalón descocido.