En el fondo de la mar
una vez conocí un pez
que aunque ustedes no lo crean
decía todo al revés.
Ya verán cuando lo vean.
Cuento: uno, dos y tres…
Cada vez que quería hablar
las palabras delirantes
se ponían a girar
como burbujas danzantes.
Además de cada letra
las ideas se invertían,
“calor” le salía “frío”
¡y “no” cuando “sí” quería!
¡Amam! ¡Amam! ¡¿Pasa me qué?!
Quedate tranquilo, hijito…
¿Qué por godi doto al vesre?
¿...Qué? ¿Querés otro heladito?
¡¡Te odio!! Le dijo a su novia
porque estaba enamorado…
Y al pescador le gritaba
que quería ser pescado.
Todo era un lío tremendo
en su mundo entreverado.
“Locarac” por caracol,
“asudem” por la medusa,
“los” quería decir sol…
La cosa era tan confusa…
Le pidió ayuda al doctor
que tampoco entendió nada,
pero le cortó la tos
(era el doctor pez espada).
También con los tiburones
tuvo charlas muy complejas.
Trató de hablar con las algas,
¡hasta le rogó a una almeja
que lo ayuden! Que él quería
hablar como todo el mundo…
Pero nervioso empeoraba
y acá es donde me confundo,
(Verán que no es nada fácil
en un caos tan rotundo).
¿Hablaba en serio? ¿Bromeaba?
¿Por qué se reía tanto?
¿Sería que su problema
volvía risa su llanto?
Entonces llegó de lejos
una tortuga tan sabia
que con remedios caseros
le acomodó las palabras.
Con gran paciencia escuchaba
tratando de comprenderlo.
Y si no entendía nada
le interpretaba los gestos.
Le preparaba tecitos,
lo dejaba equivocarse.
Créanme que de a poquito
todo empezó a enderezarse.
¿Que si se enojó la novia?
¡Hoy mismo van a casarse!
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